domingo, 19 de febrero de 2012

El sueño con el prominente geriatra.

Recientemente en mi universidad y, más específicamente, en mi facultad, una serie de comentarios de pasillo y una serie de situaciones me han estado generando cierto grado de incomodidad social. Es un ambiente muy limitado a el lugar donde estudio y a la gente con la que convivo en ése mismo ambiente. En fin, últimamente he pensado bastante las cosas y empiezo a sentir cada vez más que no podría importarme menos, que me puedo asegurar un muy buen ambiente rodeado de mis amigos y que sin importar tantas cosas, me voy dedicar cada día más a la persona con la que estoy en éste momento hasta donde avance la cosa o hasta donde definitivamente termine, no se. Después de tener este sueño que relataré a continuación, relacioné inmediatamente sus contenidos con esta serie de situaciones sociales universitarias que me venían preocupando. Al parecer, en cierto sentido, el sueño que tuve ésta tarde fue la manera de eliminar los remanentes de esa energía psíquica que tenía depositada en la situación. Mi sueño comienza estando yo en la cafetería de la facultad, como es usual, me estaba tomando un café en el mug que llevo a todas partes. En ese momento, entró una compañera de carrera (no recuerdo quién, sólo sé que también estudiaba medicina) y me dijo que íbamos a llegar tarde a una clase con el geriatra. Salimos de la cafetería y nos sentamos un momento, mientras yo terminaba mi café, en un muro pequeño. A nuestras espaldas y dándonos la espalda, estaba sentado el geriatra (el cuál en mi vida no onírica, es un médico reconocido por su amplio conocimiento de múltiples disciplinas y sus acertados análisis clínicos), prácticamente nuestras espaldas se tocaban una con la otra. En cierto momento, mi compañera señaló al geriatra y me dijo: "¿Ese es el geriatra del que tanto hablan?", el no se inmutó en lo más mínimo y parecía mirar al horizonte absolutamente absorto. Yo le hice cierto gesto con la mano a mi compañera para que bajara su voz y disimulara un poco, pero después me preguntó: "¿Ese es el que dice '¡Hábleme más duro que yo soy de Chinchiná!'?" (Esta es una frase muy famosa del mencionado médico, la cual suele decir durante las rondas hospitalarias a los estudiantes que contestan sus preguntas en voz muy baja). Inmediatamente mi compañera terminó de preguntar, éste médico se levantó y se dirigió hacia las escaleras que llevan a los salones de la facultad, mi compañera también se levantó al tiempo que yo le preguntaba en qué salón iba a ser la clase, mientras se alejaba por el pasillo me dijo el número del salón (que en mi universidad, constan de tres dígitos), pero sólo entendí el primero: cuatro. Con varios libros en la mano, el café en la otra y el maletín a medio colgar, salí corriendo tras mi compañera y el profesor, pero cuando giré en una esquina de las escaleras, ya no estaban, habían desaparecido completamente. Subí al cuarto piso y busqué frenéticamente en todos los salones pero no encontré a nadie. Me sentí traicionado por mi compañera que no había sido capaz de aminorar un poco su marcha para poder decirme claramente el número del salón (he aquí el punto que identifico como primordial en éste sueño: teniendo en cuenta las situaciones que he estado viviendo en mi facultad y suponiendo que fueron usadas para la construcción de éste sueño, la compañera, cuando no me dice donde queda el salón, hace que me enoje con ella, lo cual resulta absurdo analizándolo adecuadamente ya que, si bien yo no escuché todo el número del salón, ella no tenía manera de saber que yo no la había escuchado bien, mi enojo no debe dirigirse hacia ella y el albergar enojo resulta absurdo porque la causa del malentendido dependió únicamente de condiciones medioambientales. La situación fue incómoda y me generó cierto grado de incomodidad, pero es absurdo enojarse, es absurdo crear una tormenta en un vaso de agua por algo que fue puramente fortuito). Después, me dirigí al parqueadero de la facultad, subí al carro y conduje alrededor de la facultad durante un largo tiempo, sintiéndome iracundo. Cuando desperté hice ese minianálisis que presenté más arriba en el paréntesis.

La última parte del sueño, a mi parecer, muestra una referencia histórica importante en el sentido de que me deja percibir lo absurdo del hecho de que yo le haya "dado vueltas" al asunto. A medida que conducía alrededor de la universidad una y otra vez, pasaba más tiempo, más tiempo de clase que perdía, más gasolina que gastaba y más iracundo que me ponía. Siento que ésta última parte termina de acorazar las ideas erróneas que yo tenía con respecto a la situación lo cual no me permitía visualizarla en perspectiva y, por lo tanto, no saber abordarla. Aunque hace tiempo ya que supe cómo debía abordar esta serie de eventos y cómo una parte de la solución era que no me iba a importar en lo absoluto, este sueño termina de consolidar eso de lo que me he dado cuenta, reafirma las decisiones que he tomado... o al menos así lo siento yo.

Bueno, fin. Muy buenas noches a todos.

jueves, 9 de febrero de 2012

Sinking (2)

Esta entrada será corta porque pretende solamente reportar un fenómeno que he notado estos últimos días.
Como ya lo había mencionado en una entrada anterior - "Sinking (1)" - he estado muy interesado en la cantidad de experiencias sensoriales que uno tiene antes de quedar dormido. Hasta hace más o menos una semana, no había vuelto a notar fenómenos extraños antes de dormir, pero entonces volvieron a aparecer y, según he notado, tienen una fuerte relación con el consumo de cafeína en horas de la noche más el trasnocho. Observaciones más profundas deberán realizarse para darle fuerza a la hipótesis... no importa, de todas maneras tengo quince días.

Ajedrez

Estoy más que seguro de que no sabes mover las fichas mejor que yo. Es más, dudo incluso de que sepas jugar ajedrez. Tienes una gran desventaja porque además de mi experiencia en éste juego, el tablero tiene una disposición ligeramente a mi favor... y yo se cómo ponerlo más a mi favor. No pretendo ganar, no hay como (además de que resulta patético intentarlo). Mi plan es quitarte todas tus fichas, quedarme con las mías y cuando estés en la esquina más recóndita del tablero, produciré, voluntariamente, el ahogado: la salida más justa son las tablas, nadie tiene nada que ganar, ésto no es una competencia, no se si no te has dado cuenta. Si, creo que no te has dado cuenta... qué triste.