Y creo que he sabido acercarme peligrosamente al delirio. Mientras las notas musicales y el retumbar de los bombos y los bajos me llegaban como un susurro ensordecedor, por mi mente no pasaba el mas mínimo rastro de pensamiento formal. Al calor del alcohol (Y... otros), mi cerebro bullía en un abrumador coctel químico. Recorrí con la mirada todo el recinto sólo para darme cuenta que no tenía la más mínima idea de qué estaba haciendo, por qué recorría con la mirada el recinto, aún así, lo recuerdo todo, todo lo que hice, todo lo que dije. Sumergido en el acuático vórtice de la disolución, entré en contacto fronterizo con el delirio. Mi identidad se suspendió momentáneamente y mis alrededores se convirtieron en un etéreo juego de colores y luces. Las demás personas comenzaron a constituir recuerdos de eventos futuros, el tiempo se torció para patearme justo por detrás, mi cuerpo se movía arrítmicamente como tratando de salir del vórtice, pero el volver a girar, el volver a dejarme llevar al oscuro centro me alegraba y me alegraba porque mi pasado desapareció, mi presente de hizo más vívido y mi futuro se fragmentó. Me asusta cómo me gusta ése estado, cómo, si alguna fuerza mayor a mí me ofreciera la permanencia eterna en ése estado, yo lo aceptaría sin pensarlo dos veces... me aterroriza ése vórtice pero me atrae la belleza inconmensurable de ése oscuro centro, de ese vacío eterno.
Hoy, he logrado llegar nadando a las costas de la cordura, con la boca llena de agua salada y bilis, con el cuerpo mojado y los labios secos, sólo para encontrarme de nuevo con la inexorable montaña del pasado, el apenas vislumbrable destello del presente y la angustiosa ausencia de futuro.
[S]
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