Onyryco es un espacio de narración y no muy extenso análisis de algunos de mis sueños, en el que el lector podrá aportar sus opiniones como psicoanalista honorario.
lunes, 6 de julio de 2009
(Mañana del 6 de Julio de 2009) Sueño 1/1: Jugando Billar
El 5 de Julio fue un domingo relativamente común y corriente en el que fui a visitar a mi abuela y a mi abuelo que hacía ya un tiempo que no veía, además de esto, le quedé muy mal a unos amigos con los que había acordado encontrarme y a los cuales no llamé para avisarles que desafortunadamente no iba a poder cumplir con nuestra cita. Gran parte del día me sentí un poco mal y con un ligero cargo de consciencia, cargo de consciencia que sirvió de comidilla de mi subconsciente. Este sueño comienza en una habitación grande, con dos entradas y dos grandes ventanales por los que se podía observar un jardín exterior atravesado por un camino serpenteante (muy similar a la cafetería de mi facultad pero sin el sitio de ventas, sin sillas y sin mesas). En un extremo de la habitación había una mesa de billar sobre la que se encontraban cuatro o cinco bolas distribuidas al azar. Alrededor de la mesa estábamos dos amigos (dos de los tres amigos a los que les quedé mal) y yo. Jugábamos billar mientras nos burlábamos de lo mal que lo hacíamos. Al rato llegó un hombre grande y fornido vestido como aseador (quizás representación de el otro amigo al que le quedé mal) que comenzó a arrojarnos las bolas que aún quedaban en la mesa, mientras nosotros nos reíamos y le respondíamos tirándole más bolas como si fuera una guerra de bolas de nieve sólo que los proyectiles eran un poco más pesados pero golpeaban suavemente. Durante nuestra pequeña “guerra”, el hombre grande arrojó una bola de billar hacia la puerta de un baño que antes yo no había notado, puerta que rompió con un gran estruendo. Inmediatamente llegó al cuarto una mujer de aspecto bastante burocrático que parecía una secretaria con su corta estatura, gafas, cabello corto y algunos gramos de mas en su complexión lo que hacía que se viera como una mujer, ya habiendo superado su menopausia, de entre cincuenta y dos y cincuenta y seis años. La mujer comenzó a darnos un largo sermón sobre el desorden y la indisciplina, sermón que luego cambió a unas cuantas menciones sobre los precios de los hidrocarburos en los mercados nacionales e internacionales y su influencia sobre las leyes de infancia y adolescencia en Colombia, todo esto con un mismo tono regañón mientras nosotros, los cuatro, la escuchábamos atentamente. Mi sueño termina aquí pero esta vez no me desperté inmediatamente.
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