Este sueño comienza inmediatamente después del titulado “Naruto”, por eso la numeración “Sueño 2/2” que quiere decir que de dos sueños que tuve consecutivos (cosa que me suele suceder incluso con un número mayor de sueños por noche) este es el segundo, ¿Que cómo se que un sueño no es la continuación del otro?, son de esas cosas que uno sabe en su mundo onírico, como revelaciones que llegan al entendimiento mientras se vive dentro de él. Este episodio onírico comienza en la habitación de un hotel lujosamente adornada, muy grande y con amplios espacios vacíos donde un amigo (él, en mi vida no onírica, se llama Mateo) jugaba con un balón de futbol mientras yo estaba sentado en uno de eso sillones mullidos que no tienen ninguna estructura de madera que los sostenga ya que son bolsas llenas de algún material suave, eso que comúnmente llaman “puffs”, o algo así. Por la puerta de la gran habitación entró otro amigo, Sebastián (a el ya lo había mencionado en un sueño anterior, “Sánduche”. Nótese la cercanía de fechas entre una aparición y la otra) vestido con una larga gabardina negra, gafas oscuras y guantes de cuero, se acercó a mí y me dijo: “Ya tengo donde”, a lo que yo le pregunté “¿Donde?” y el contestó “Sígame”, después le pedí que me prestara uno de sus guantes, el accedió. Salimos del cuarto y bajamos por unas escaleras bastante amplias de mármol que me recuerdan en este momento unas muy similares que había en la película “Titanic” por las que descendía la dama al encuentro del personaje que interpretaba Leonardo Di Caprio antes de una especie de baile (tengo malos recuerdos de esa película, hace ya mucho tiempo que la vi). La diferencia era que estas escaleras eran de un mármol muy pulido y comenzaban con dos ramas en el piso mas alto y terminaban en una sola en el piso de abajo. Mientras bajábamos sucedieron dos cosas que yo percibí como si hubieran sucedido al mismo tiempo, una de ellas fue que una mujer vestida con una larga túnica negra y un velo igualmente oscuro que le cubría la boca y la nariz miró fijamente a mi amigo mientras descendía lentamente, después desapareció, la otra cosa que sucedió fue que vi a un hombre vestido de camiseta blanca y pantalones de jean subiendo por la otra rama de la escalera mientras portaba en su mano, al nivel de su cintura, una pistola semiautomática con un silenciador. Después, nos alcanzó una mujer que Sebastián reconoció y saludó, yo no la conocía, era alta, de cabello rubio hasta los hombros, blusa rosada y pantalones blancos holgados, ahora no recuerdo con precisión su rostro. Sebastián me la presentó, me dijo que se llamaba Ángela, ella no me quiso saludar, a mi no me importó. Cuando llegamos a la entrada del hotel Sebastián se apuró y salió corriendo por la puerta, cuando yo salí seguido de Ángela, noté que los escalones que comunicaban esa puerta con la calle eran de madera y estaban en pésimo estado, estaban al borde del colapso. Bajé de un brinco y le tendí una mano a Ángela para que en caso de que cayera yo pudiera ayudarla, ella la tomo con una sonrisa y cuando terminó de bajar me dio las gracias. Entonces nos sentamos en uno de los escalones de madera, no recuerdo bien como era la calle ya que en mi sueño era de noche y todo estaba muy oscuro. Un hombre que pasaba por allí y que llevaba una caja de cartón en las manos la descargó de lleno contra mi cabeza quedando desperdigados por el piso una gran cantidad de adornos navideños, no me dolió, el hombre desapareció. Ángela, bastante comedida ya, se arrodilló y comenzó a recoger los adornos y a llenar la caja que ahora yo sostenía sobre mi regazo. En ese momento regresó Sebastián de no sé dónde y me dijo “Sólo conseguimos esta pista”, no me mostró nada pero inmediatamente comprendí que yo estaba investigando un homicidio. Al instante siguiente estaba yo dentro de un automóvil bastante amplio, largo, cuyo interior ahora me recuerda una van de transporte escolar, solo estaba yo en la parte de atrás y el conductor en la parte de adelante. Por la ventana podía ver como pasaban ante mi vista casas con pequeños antejardines cercados por rejas con bonitos diseños. Aquí sucedió algo bastante extraño que tratare de explicar lo mejor posible. Mientras iba en la van recibí una llamada a mi comunicador (¿?) cuando contesté, escuché la voz de un policía que decía “Atrapamos a ese imbécil, era un hombre muy grande” mientras aparecían ante mis ojos unos subtítulos, en el aire, ¡Como si lo que estuviera viviendo fuera una película que yo estaba viendo en ese momento!, los subtítulos decían mas o menos esto: “Ya' scroucha' bitch!, so big man!” en letras blancas. En ese momento apareció en uno de los asientos de la van una caja de la que saqué un soldado de juguete (recuérdese la aparición de la figura del soldado en sueños previos). De repente todo comenzó a verse ondulante, la van y las rejas de las casas delante de las cuales íbamos pasando, los detalles de la fina metalurgia de los adornos en las rejas comenzaron a volverse más y más complejos a medida que avanzábamos en el camino, llegó un punto en el que los detalles se volvieron tan complejos que sentí que mi cognición iba a ser incapaz de captarlos, sentí que me iba a enloquecer, que estaba a punto de perder la cordura. Fue entonces cuando el conductor comenzó a gritar y, más extraño aun, la van, las rejas y las casas también comenzaron a gritar en un prolongado “¡AAAAHHHH!”, todo fue aterrador en ese momento, me desperté aterrorizado y lo mas increíble fue que, despierto ya, escuché la palabra “Sistemática”, fuerte y claro, cuando todo en la casa de mi abuela estaba totalmente en silencio y todos se habían ido quedando yo solo.
Este ha sido uno de los sueños más aterrorizantes que he tenido desde que comencé este blog y, sin duda, uno de los más interpretables debido a su riqueza en similitudes con mi vida y con sueños pasados. Me atreveré a sacar conclusiones pero estas se darán a conocer en una próxima publicación en el blog donde me daré el gusto de discernir extensivamente sobre lo que hasta el momento podría deducir de lo soñado, mas que nada, con este sueño en particular.
1 comentario:
Juepucha, lo peor es... que todavía no tengo dónde
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